miércoles, 18 de noviembre de 2015
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Pequeños refugiados.
Aviones de papel. Bombas de plastilina.
Los niños sirios que llegan huyendo con sus familias a las costas griegas son muy parecidos a los españoles, aunque sus vivencias sean bien distintas.
En una idílica isla de Grecia, Samos, uno de los principales puntos de entrada a Europa de las miles y miles de personas que escapan de la guerra en Siria, Afganistán y otros tantos mataderos abiertos en los márgenes del mundo, y en los que llueven bombas con rencor, con el único argumento del insomnio de las armas.

Y allí sigue un grupo de cooperantes de Cruz Roja, que también ha desplegado una Unidad de Salud en otra isla, Chios, regada diariamente también por centenares y miles de personas que escapan de estos lugares.
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